domingo, 23 de marzo de 2014

El color: Pumas - Monterrey

                                                                                                                            Foto: Cortesía Liga MX

Por: Alejandro Fernández / Licenciatura
Entre puestos de playeras, tacos y una buena suma de seguridad pública, los aficionados llegaban al Estadio de Ciudad Universitaria con sus respectivas familias, amigos y uno que otro despistado portando la playera del Atlante.
Dentro del recinto, todo era alegría y buenos deseos para el equipo universitario. Los dirigidos por José Luis Trejo salieron a calentar y los gritos se empezaban a escuchar, mientras que las mentadas de madre no se hicieron esperar cuando hicieron su aparición los pupilos de Carlos Barra.
Ciudad Universitaria se hizo sentir por primera vez, cuando saltaron los Pumas al terreno de juego para entonar el himno de la máxima casa de estudios del país. La afición se paró, estiró el brazo y  cantó el himno de la UNAM, para que así, los 20 mil aficionados hicieran una sola voz.
El partido ya tenía minutos de haber comenzado, la porra local no dejaba de apoyar, mientras que la de Monterrey, por lapsos del partido, se mantenía callada, más que un cementerio a media noche. 
Ya cuando todo aparecía finiquitado para que las dos escuadras se fueran al descanso, Omar Arellano meció las redes al encontrarse con un balón de media vuelta que hizo callar a todo el estadio, menos a los Rayados que no dejaron de gritar hasta que pitó el silbante para irse al descanso.
La afición Puma se vio inquieta al medio tiempo, en especial dos personajes: Don Jorge y Poncho Vera, este último, aficionado de hueso colorado y conductor del programa Toque Inicial de ESPN. 
A Don Jorge, le tiraron su cerveza con un proyectil que vino desde la porra del pebetero, en el primer tiempo. El señor se convirtió, en el segundo tiempo, de  aficionado a  policía: tratando de investigar quién había cometido este terrible acto, conducta que lo llevó a perderse el empate de Darío Verón y para rematar, se salió cuando terminaron de vender cerveza en el segundo tiempo.   
Poncho Vera no se perdió ni un solo minuto del encuentro, apoyaba, gritaba, fumaba, de verdad lo disfrutaba, pero el mal rato empezó cuando Verón anotó en propia puerta. Vera se comió las uñas, hacía gestos de reprobación, sin duda estaba muy angustiado, hasta los últimos minutos del partido.
La Adicción, fieles seguidores de los Rayados, saltaba en las tribunas con felicidad. No los detuvo el trayecto, el sol y los cánticos que la porra local les hacía llegar. 
Al final, los presentes apoyaban a su equipo con el grito de “Pumas gol, Pumas gol” cada vez que marcaban una falta, pero para mala fortuna de los felinos, nunca llegó.